jueves, 3 de noviembre de 2011

La desdicha de Arturo

Arturo se creía superior a todos. Al tener la mayor fortuna de todos en Pueblo Beluga, podría comprar todo lo que él quisiera.
           Era feliz.
           Gran error. Creía que era feliz.
           Un día, caminando por un callejón, se encontró con un vagabundo. Arturo se dio cuenta que de almohada tenía un gran diamante, el cual valía muchísimo dinero. Lo despertó y le preguntó que por qué no vendía el diamante. El vagabundo le respondió:
           -Porque así soy feliz
           -Pero es mejor vender el diamante –Le respondió Arturo-. Así tendrá dinero y será mucho más feliz.
           -Eso no es ser feliz. El diamante me es muy cómodo como almohada. Te lo daré si sólo me traes una almohada mucho más cómoda.
           Rápidamente corrió a su mansión en las afueras de la ciudad para sacar su almohada y se la llevó al vagabundo.
           Éste, maravillado, le entregó con alegría el diamante a cambio de la almohada. Feliz quedó el vagabundo al poder dormir con la cabeza más derecha. Supuestamente feliz quedó Arturo al recibir el diamante.
           Mientras Arturo caminaba hacia la joyería para vender el diamante pasó al lado de un ciego el cual mendigaba con un tarro que apenas tenía nueve monedas y un cartel hecho de cartón que decía “Soy ciego, ayúdeme”. Arturo, con su aire de grandeza pasó su brazo por el tarro del ciego y le botó sus monedas. El hombre tristemente recogió lo que pudo de monedas, ya que las otras no las logró encontrar al estar muy lejos de él.
           La gente que pasaba alrededor vio lo que ocurrió. Todos quedaron mirando fijamente a Arturo. Cuando de pronto, arrepentido, éste se puso a llorar.
           -¿Arturo? ¿Llorando? No lo asimilo…- Replicaba la gente
           -Lo debe estar haciendo para que creamos que tiene sentimientos…- Decían otros
           Arturo, con vergüenza, salió corriendo hacia la plaza para llorar, cuando de pronto se fija en el vagabundo al que anteriormente le había regalado la almohada, la cual ya no tenía.
           -¿Qué le pasó a tu almohada- Le preguntó acercándose a él.
           -Otro vagabundo me la ha robado.
           Arturo, pensando en su acción anterior, le devuelve el diamante que antes le había entregado él.
           -¿Por qué me lo devuelves?
           -Porque así serás feliz. Y tú al ser feliz yo soy feliz.
Con valor partió donde el ciego. Veía que la gente que pasaba al frente de él no se daba ni cuenta de su cartel. Con pena y esperanza a la vez, se dirigió al cartel del ciego y se lo cambia. El ciego, enojado, le intenta detener al pensar que le robaban, pero no lo logra
           Con el nuevo cartel, la gente se detenía a leer la bella frase que salía en él, y se preocupaban de darle dinero. El ciego nunca se enteró qué es lo que decía, la cual era una de las más bellas frases que Arturo se pudo haber imaginado, la cual decía: “Hoy es primavera, y no puedo ver las flores”