lunes, 12 de agosto de 2013

La carrera

Corría a más no poder, detrás mío me seguían cuatro chicos más con palos. Era una carrera a muerte. Por suerte iba de los primeros, corriendo a toda velocidad, sin ningún tipo de artefacto más que un instrumento circular en mi mano izquierda. Llegado el momento, trepé por las paredes intentando subir, mientras el resto me intentaba bajar del muro para subir ellos, a lo que les propiné unas patadas para que me dejen tranquilo. Llegado a la cima, la victoria es mía. Recojí mi trofeo y me sentí el más afortunado del mundo. Me ahorré los $200 que cuesta un volantín por el carrerón que acabo de dar.